La cultura popular mantiene ideas como que las personas casadas tienen menos relaciones sexuales que las solteras o que los encuentros espontáneos generan los mejores orgasmos, pero hay estudios que demuestran que no tiene por qué ser así.
Los mitos sobre sexo parecen no tener fin. Cuando ya se ha superado aquello de que si uno se masturba le salen granos o que no se puede tener relaciones sexuales durante la menstruación, aparecen otros que, por ejemplo, vinculan el deseo sexual al signo del zodíaco o el masturbarse ―sí, el onanismo sigue en el punto de mira― con un menor rendimiento en el gimnasio. Hay varios motivos por los que la cultura popular mantiene estas ideas, a pesar de ser desmentidas por los estudios y la experiencia en consulta sexológica. Para empezar, y como sucede con todos los bulos, porque cuadran con la idea previa que se tiene sobre el sexo y tendemos a validar todo aquello que coincide con nuestras opiniones, gustos o creencias. Por otro lado, porque sigue habiendo ciertos prejuicios alrededor de este tema y se sigue hablando poco de forma productiva ―contar batallitas no estaría dentro de las conversaciones productivas―.
La información, las ganas de querer aprender sobre un tema y el espíritu crítico para dudar de lo que leemos son los antídotos contra los mitos. Y aquí queremos contrarrestar algunas de estas falsas ideas que circulan sobre el sexo.
1. Si has tenido un orgasmo, lo sabes
Esta ingeniosa frase es seguramente cierta en un porcentaje elevado de personas. Pero en otras no lo es. “¿¡Cómo es posible que no lo sepan!?”, puede preguntarse alguien. Pues porque hay mujeres que no saben identificar su orgasmo. En el caso de los hombres, orgasmo y eyaculación van habitualmente unidos ―aunque pueden darse por separado al ser procesos diferentes― y esto se convierte en una señal física muy evidente de que se ha llegado a la sensación subjetiva del clímax. Pero en muchas mujeres no existe esa señal tan clara. Además, esta es una experiencia diferente para cada persona, con lo que, a lo mejor, unas lo sienten de forma muy explosiva y otras, no tanto. Y es en el caso de estas últimas cuando puede pasar que no se identifique el punto máximo de placer, sobre todo si lo que se espera es un estallido de colores, gritos y espasmos. Una pista para identificar el orgasmo femenino son las contracciones, más o menos evidentes, que se experimentan en la zona vaginal. Para responder, entonces, a la pregunta de “¿cómo sé si he tenido un orgasmo?”, hay que tener una buena educación sexual y autoconocimiento de una misma.
2. El mejor sexo es el espontáneo
Nada que objetar respecto a lo maravilloso de un encuentro apasionado, donde dos (o más) personas se ven, tontean y saltan chipas que llevan a un sexo de película. Ese es el ideal soñado por muchos y no es un mal plan, pero hay que ser conscientes de la parte de ficción que también tiene. Ni siempre el sexo espontáneo trae los mejores orgasmos ni planificar el sexo es algo anticlimático. Esta última parte hay que desmitificarla mucho en consulta de terapia sexológica y entenderla como algo necesario si queremos mantener una erótica sana en parejas que llevan ya un tiempo juntos. En el artículo Por qué las relaciones sexuales suelen ser tan o más satisfactorias que el sexo espontáneo, publicado por la BBC, se puede leer que en algunos estudios ha quedado demostrado que la satisfacción sexual no difiere si la relación es espontánea o planificada.
3. La humedad no engaña
“La humedad no engaña” es lo que dicen algunas personas respecto a la lubricación vaginal como signo evidente de excitación sexual e, incluso, de deseo. Pero la humedad no es siempre señal de ello y mucho menos de tener ganas. Y es que la excitación es una cosa y los procesos fisiológicos, otra. Es fácil entenderlo haciendo un paralelismo con la erección del pene: no siempre que hay erección es por excitación. De la misma manera que puede pasar lo contrario: que no haya lubricación (o erección) y sí haya excitación. Por otro lado, está estudiado que es habitual que haya respuesta sexual fisiológica en mujeres ante estímulos que no necesariamente tienen que ver con sus gustos eróticos. La hipótesis de por qué pasa eso, según explicó a El País Semanal Pedro Nobre, doctor en Psicología Clínica por la Universidad de Coimbra y director del SexLab de la Universidad de Oporto, es que esa respuesta es un mecanismo de adaptación o protección ante una posible penetración.
4. “Follas menos que un casado”
El dicho de que casarse implica dejar de tener relaciones sexuales tiene una parte cierta. Y es que los años, la rutina y la convivencia acaban con la pasión inicial y si no se cuida la erótica en pareja ―planificando los encuentros, por ejemplo― se puede acabar perdiendo. Pero no siempre es así y hay investigaciones que lo confirman. En el estudio sociológico Ulises, de 2017, que recogió las entrevistas de más de 1.000 personas sobre sus hábitos sexuales, las personas casadas o las que conviven con su pareja practicaban más sexo que las solteras ―el 48,4% de los casados lo practicaba al menos una vez por semana frente al 33,8% de los solteros―. Otro estudio, este de la Universidad de Nueva York, concluyó que, entre la muestra entrevistada, el 45,8% de las personas con pareja estable practicaban sexo entre dos y tres veces por semana, mientras que solo el 8% de los solteros iguala esta cifra. Ahora bien, siendo honestos, cabe añadir que puede que haya una tendencia entre las personas casadas y con pareja estable a practicar cada vez menos sexo, mientras que las solteras tienen una vida sexual cada vez más activa. Así que es posible que las cosas cambien. Sea como sea, esto no es una competición, con lo que intentemos cuidar nuestra salud sexual, cada cual como lo necesite.
5. La saliva es un buen lubricante
“Con paciencia y saliva, el elefante se la metió a la hormiga”, dice un dicho popular. Y si bien la paciencia es un buen consejo ―los cuerpos necesitan un tiempo para prepararse para la penetración―, lo de la saliva no lo es. Utilizarla es un recurso socorrido en el cine, como en la primera noche de pasión entre los dos cowboys de la película Brokeback Mountain, pero realmente no es una buena opción. La saliva es un líquido que en un 99% es agua y el agua se seca con mucha facilidad. Con lo cual, aunque inicialmente se aplique en zona vaginal o anal, se va a evaporar rápidamente y el efecto lubricación va a durar poco. Una vez seca, no protege de la fricción, con lo que se pueden provocar pequeñas lesiones. Ante esto hay dos opciones: estar constantemente aplicando saliva, cosa que no parece ni práctico ni cómodo, o utilizar lubricantes específicos, como los muchos que hay en el mercado. Así que, amigo elefante, usa lubricante... e infórmate para que no te cuelen ningún otro mito.
Arola Poch / El País
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