Planificar los encuentros sexuales tiene varias ventajas, como conseguir tiempo de calidad y una mayor predisposición física. Además, fomenta el juego previo, anticipando el placer y alargando el tiempo de disfrute desde antes de estar en la cama
En una entrevista en La Resistencia, el actor Luis Tosar decía, tras ser preguntado sobre sus relaciones sexuales, que al estar casado y con niños pequeños “tienes que hacer esa cosa horrible que es planificar”. A lo que el presentador, David Broncano, añadía que lo peor para el sexo es preparártelo mucho: “Estás pensando a las cinco tengo que follar y el cuerpo te dice como que no”. En el imaginario colectivo, el buen sexo es espontáneo y pasional. Eso de organizarlo y programarlo suena a reservar un hueco en Google Calendar, y así visto es fácil que dé un bajonazo. Pero según las sexólogas consultadas, planificar puede tener más ventajas de lo que parece.
Martina González Veiga, psicosexóloga y directora del centro de sexología ¡Con mucho gusto!, se muestra rotunda al recomendar poner en agenda los encuentros sexuales, aunque no significa que tenga que ser así siempre. “Solemos planificar todo lo que consideramos importante, qué curioso que no lo tengamos en cuenta para el sexo”, apunta. Para ella, agendar tiene varias ventajas, empezando porque se consigue “tiempo de calidad y una mayor predisposición física al no dejarlo para el rato que nos sobra y cuando ya no tenemos energía”. Por otro lado, planificar no es solo reservar un tiempo y un lugar, también implica preparar y ahí hay otra ventaja: el juego previo. “Idear o mantener conversaciones eróticas sobre el encuentro pone a nuestro cerebro en modo goce y libera sustancias que nos hacen sentir placer”, explica. Y con todo ello se potencia la imaginación y la comunicación al hablar de los gustos de cada cual, los límites, el consenso… Es decir, se está anticipando el placer y alargando el tiempo de disfrute desde antes de estar en la cama.
A todo esto, Lara Herrero, sexóloga-socióloga del equipo de la asociación Dialogasex, añade: “Determinadas prácticas eróticas no podrían llevarse a cabo sin antes planificarse, como organizar una escapada a un lugar concreto, preparar una estancia con una decoración concreta, citarse en un sitio excitante, adquirir un juguete erótico…”. Y señala otra ventaja que tiene que ver con una mayor probabilidad de usar medidas de prevención al no pillar el sexo de improviso; no sirve la excusa de no lo tenía previsto y no llevo condones.
¿Y qué pasa si cuando llega el día D hora H no hay ganas? Obviamente, no hay que obligarse a nada. “Organizar una relación sexual en un momento determinado no es un contrato irreversible. Es revisable, flexible y modificable, al igual que lo son tres cuestiones fundamentales que han de darse en cualquier relación con otra persona: el deseo, el consentimiento y el consenso”, apunta Herrero. Además, González Veiga señala que hay que tener en cuenta para qué se ha agendado esa cita: “Conectar, divertirnos, pasar un rato en buena compañía, sentir placer… Conversar, dar un paseo, jugar a otra cosa o quedarse mirando al techo puede ser un plan igualmente estupendo si sentimos que es lo que nos viene bien. Al final, lo importante es procurar el bienestar”. En definitiva, se trata de reservarnos un rato para compartir y estar a gusto.
Una de las ventajas de planificar el sexo es el juego previo. Idear o
mantener conversaciones eróticas sobre el encuentro pone a nuestro cerebro en
modo goce y libera sustancias que nos hacen sentir placer.
Una de las ventajas de planificar el sexo es el juego previo. Idear o mantener conversaciones eróticas sobre el encuentro pone a nuestro cerebro en modo goce y libera sustancias que nos hacen sentir placer.
Si alguien tiene en mente una noche de desenfreno y, al final, se encuentra jugando al parchís, por muy divertido que sea, puede que le genere algo de frustración o decepción. La generación de expectativas, que es uno de los beneficios de planificar, puede darse la vuelta y convertirse en una desventaja. “Los inconvenientes tienen más que ver con la inflexibilidad que con la planificación”, señala la psicosexóloga. Hay que adaptarse a la situación, sea esta que no aparezca el deseo, que no apetezcan las prácticas que se habían hablado o que lo que una parte de la pareja había imaginado no se ajuste a los intereses de la otra.
“Lo peor para el sexo es preparártelo mucho”, decía Broncano en aquella
entrevista, y es esta una idea bastante compartida por otras personas, a pesar
de que planificar tiene en realidad más pros que contras. Para González Veiga,
esta idea errónea se debe a que “existe el pensamiento mágico de que si alguien
te atrae, las ganas surgen en cualquier momento, independientemente de tu
estado físico, emocional o relacional. Y las personas y nuestras vidas son más
complejas”.
Precisamente, un inconveniente de no planificar tiene que ver con esa idea mágica y es que si se espera sentado a que surjan las ganas, puede que no nos levantemos de la silla en un tiempo, sobre todo en relaciones de larga duración, momento en que es probable que las hormonas iniciales se hayan calmado; cuando hay descendientes corriendo por la casa o en aquellas parejas en las que las obligaciones ocupan demasiadas horas del día. En estos casos, puede ser recomendable planificar los encuentros sexuales. También puede serlo, añade González Veiga, en parejas que han notado un descenso del deseo sexual, en aquellas en que una parte quiere pero la otra no, o cuando se produce un cambio físico o emocional que modifica los encuentros eróticos que iban bien. Planificar sirve también para buscar otros momentos, otras formas y para ser más consciente del propio deseo.
Otro de los argumentos que se dan en contra de buscar día y hora es que se pierda la magia del encuentro. Para Herrero, esto está relacionado con la imagen que diferentes agentes socializadores han dado sobre las relaciones sexuales y que interfiere en la construcción del deseo. “La publicidad, la literatura, el cine, la televisión y las redes sociales acostumbran a mostrar secuencias de sexo espontáneo donde, normalmente, una mujer heterosexual espera en casa hasta que de repente un hombre entra por la puerta, se dirige hacia ella, la toma en brazos y, sin esperarlo, la besa para después desnudarla. Así comienza una relación sexual en la que nada estaba planificado, donde parecen saltar fuegos artificiales. Poco a poco, esta historia prototípica (y no hablemos del porno…) va sumándose al imaginario colectivo para terminar convirtiéndose en la norma socialmente aceptada”.
Ambas expertas confirman que planificar los encuentros sexuales no corta el rollo. “Lo que realmente suele cortar el rollo es dar por supuesto un guion sexual que hay que seguir siempre para disfrutar, dando por supuesto lo que va a querer y hacer la otra persona también. Igual habría que revisar qué entendemos por planificar”, matiza González Veiga. De lo que se trata, añade Herrero, es “de contemplar la planificación como una posibilidad igual de lícita que un encuentro espontáneo”. Y con las mismas posibilidades, o incluso más, de ser igual de placentera.
Arola Poch/ El País
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