El ‘squirt’ está rodeado de leyendas urbanas y medias verdades por la falta de estudios científicos en la materia y por la moda generada por la pornografía. ¿Cuándo, por qué y cómo se produce?
La actriz colombiana Amaranta Hank enciende la cámara y empieza a
grabar. Está sola, y por todo decorado solo se puede ver una habitación en la
que la protagonista, además de la propia Hank, que se encuentra casi desnuda,
es una gran cama que le permite ponerse cómoda. La actriz comienza a estimular
su vagina para masturbarse: primero lo hace a ritmo pausado hasta que, poco a
poco, a medida que crece su excitación, va aumentando la frecuencia.
Finalmente, coincidiendo aparentemente con su clímax, un líquido transparente
sale de su vagina: acaba de producirse lo que se conoce como squirt.
No pasan más de 30 segundos y le ocurre otra vez. En un vídeo que dura
tres minutos y que tiene más de 1,4 millones de visualizaciones, Hank, una
profesional de la pornografía con cada vez más seguidores, aparenta vivir estas
experiencias de manera espontánea, casi sorpresivamente. Lo que no todos los
espectadores saben es que, en la industria del porno, que mueve unos 100.000
millones de dólares (unos 94.000 millones de euros) anualmente, todo está
siempre fríamente calculado. También los squirts.
Hank cuenta que, evidentemente, con el tiempo ha aprendido a falsear el
squirt. “Las escenas son muy rápidas, hay demasiadas cámaras y puede que el
actor con el que compartes escena ni siquiera te guste. En contextos así y con
tanta presión, es imposible conseguirlo”, asegura. Por eso, para facilitar el
rodaje, muchas veces se falsea el squirt usando botellas de agua, bolsas de
agua pegadas a la espalda de las actrices y hasta enemas, explica. Con las
piernas levantadas y la cámara enfocando donde debe, la escena casi parece
real.
Desde hace muchas décadas se sabe que el orgasmo femenino y el
masculino son distintos. Sin embargo, para muchos, en una especie de mito o
leyenda urbana, aparece el squirt como el no va más del placer, una especie de
equivalente femenino a la eyaculación masculina, la evidencia definitiva de que
la mujer ha disfrutado del acto sexual.
La realidad es que no lo es. Como Hank sabe de primera mano, se puede
falsear e incluso se puede experimentar sin que exista una excitación
extraordinaria: basta tan solo con el entrenamiento adecuado. Por contra,
muchas mujeres sienten orgasmos totalmente placenteros sin necesidad de que
salga disparado ningún líquido de ninguna parte. Y, sin embargo, ahí continua
el mito.
En torno al squirt se ha creado una fantasía sexual que el porno ha
puesto de moda en los últimos años. En el portal de pornografía Pornhub hay más
de 200.000 videos en el título squirting o cómo lograr un squirt, según datos
de la compañía actualizados en 2021.
Aunque solo ahora esté de moda, se tienen registros de squirts desde
que el médico Hipócrates en el siglo IV a. C. habló del “semen femenino”.
La sexóloga Almudena M. Ferrer explica que el squirting muchas veces se
confunde con la eyaculación femenina, pero que son dos cosas totalmente
diferentes, tanto por la composición como por los mecanismos y órganos que las
producen. El primero es la expulsión de un líquido diluido desde las glándulas
de Skene y que contiene urea, ácido úrico y creatinina, mientras que la
eyaculación femenina es la liberación de un líquido blanquecino, espeso y
escaso desde la llamada próstata femenina. Algo muy importante a resaltar es
que las dos se pueden producir sin necesidad de alcanzar el orgasmo.
Uno de los motivos por los que la eyaculación femenina está rodeada de
leyendas urbanas y medias verdades por la falta de estudios científicos en la
materia. En España, el director del Instituto Andaluz de Sexología y
Psicología, Francisco Cabello, se convirtió en un referente del asunto en 1993,
cuando se decidió a estudiar un fenómeno ante el que el resto de los médicos
prefería permanecer ajeno. Lo hizo, recuerda, preocupado ante lo que le
contaban muchas mujeres en una España que trataba de sacudirse definitivamente
el franquismo. Fruto de relaciones sexuales plenas, estas confundían sus
squirts con las ganas de orinar, con lo que muchas veces reprimían sus propios
orgasmos.
En ese momento había muy poca información al respecto, por lo que
Cabello emprendió una investigación que analizaba la orina preorgásmica y la
orina posorgásmica en busca de la presencia de marcadores del líquido seminal
masculino. La idea era encontrar posibles diferencias producidas por el aporte
de orina a los elementos que elaboran las glándulas uretrales parauretrales y
los conductos de Skene. “La conclusión que sacamos en ese momento fue que un
75% de las mujeres presentaba niveles de PSA en la orina posorgásmica”, afirma.
Eso quiere decir que muchas mujeres tenían la posibilidad de tener un squirt y
que gran parte de la composición del mismo, en efecto, era la orina.
Han pasado 30 años desde aquellos hallazgos y el squirt está más de
actualidad que nunca debido a la influencia del porno. La sexóloga, socióloga y
miembro de la Junta Directiva de la Asociación Estatal de Profesionales de la
Sexología (AEPS), Norma Ageitos Urain, asegura que “se han generado muchos
fantasmas alrededor de esta cuestión cuando solo es una reacción fisiológica
del cuerpo. Además, ha puesto presión sobre la mujer a la hora de tener una
relación sexual porque muchas veces sus parejas buscan replicar lo que han
visto en el porno, y eso es imposible”.
Uno de los mitos alrededor del squirt es que es el clímax del orgasmo.
Sin embargo, esto también puede no ser cierto. La psicóloga, sexóloga y
responsable del área de terapia sexual del Centro TAP, Diana Lozano, recuerda
que puede haber un squirt sin un orgasmo e igual pasarlo muy bien: “En el sexo
siempre se han puesto metas para encontrar el clímax. Hace unos años era
encontrar el punto G y ahora es el squirt”.
La propia Amaranta Hank, de 31 años, no tuvo su primer squirt hasta que
llegó la pandemia y tuvo tiempo para hacer algo que casi nunca había podido
hacer: explorar su cuerpo en solitario y disfrutar con él. Empezó a trabajar en
OnlyFans y, con la ayuda de sus juguetes sexuales, mucha paciencia y dedicación
lo pudo lograr sin necesidad de falsearlo como había hecho durante tantos años
en los rodajes. “Necesitas llegar a un nivel muy alto de excitación y que no
haya distracciones, pero cada cuerpo es un mundo y a todas las mujeres les
funcionan cosas distintas”.
Lucia Franco / El País
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