Esta no es, necesariamente, una expresión para el comportamiento individual. Lo es, sobre todo, como modelo colectivo de convivencia política, económica y social. Es mucho lo que se ha escrito a lo largo de la historia sobre los modelos económicos y los sistemas políticos. Es decir, de las formas de gobernar y de ordenar a una sociedad.
Y es una cuestión tan esencial para la vida de las personas que nunca se terminará de escribir sobre estos temas. Es algo que resulta intrínseco de la condición social del ser humano. Es la búsqueda constante de satisfacer necesidades, tan múltiples como la capacidad misma de la mente y de la psiquis. Nuestro sentido del límite se flexibiliza en la misma medida de nuestras aspiraciones.
Y el ser humano siempre quiere más de lo que tiene, pues es su dinámica natural de vida y de su condición económica y social. Alguien podría incluso llegar a la conclusión de que ese drama permanente es una actitud egoísta y tendríamos que admitir que en cierta medida es así, pero aun eso es parte de la esencia humana. Incluso, llegamos al punto de preocuparnos más por lo que no tenemos que disfrutar las cosas que nos rodean.
Quizás la única respuesta posible a esa actitud colectiva e individual sea la organización que logra conseguir cualquier sistema económico e institucional para la convivencia razonable. Cuando admitimos las medidas extremas para solucionar cualquier problema de los que afronta toda sociedad es porque estamos renunciando a otras. En ocasiones se pide la pena de muerte para determinados crímenes, y es algo que ocurre en sociedades democráticas y en otras que no lo son. Sin embargo, en ninguna el crimen ha dejado de existir.
Es el orden lo que nos salva. Oh, mi Dios! Libramos de la locura de un nuevo gobierno de Hipólito Mejía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario