Ha quedado establecido en estudios y por su comportamiento que la población dominicana tiene mucho apego a la política y a la filiación partidaria. Aún cuando se queja permanentemente del desempeño de los partidos, de sus dirigentes, del gobierno y de sus funcionarios, al final todos asumimos una posición partidaria en las discusiones y al ejercer el derecho al voto.
Es como si viviéramos en un dilema entre la amargura y la esperanza. Hemos sido también una sociedad conservadora para abandonar la filiación partidaria, aunque mostremos nuestras frustraciones por las actuaciones de las organizaciones en las que militamos o simpatizamos para que nos gobiernen. Así hemos venido dando tropiezos y alcanzado significativos avances en el país.
Quizás a fuerza de ver que cada uno supera a otros en sus fallas en el ejercicio de las funciones públicas, hemos tenido una increíble capacidad para el perdón y para reivindicar a nuestros dirigentes. Muchos podrían considerar esa actitud como una sociedad incapaz de guardar rencores por demasiado tiempo, aunque haya sido maltratada por tantos.
Nuevamente estamos metidos en una campaña electoral, que por demás será muy larga. Eso quiere decir que los dominicanos ya hemos comenzado a colocarnos en las esquinas, fanatizando nuestras posiciones frente a los temas nacionales. Pocas cosas se salvan de no ser tratadas desde el punto de vista político, y, sobre todo, referido a la coyuntura que implica las elecciones presidenciales del 20 de mayo del próximo año.
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