Haití nos plantea un dilema: ¿Es el tiempo el que tiene la virtud de borrar las huellas de la tragedia, o es la oportunidad conque se haga lo necesario para borrarlas? Dos años después de que un terremoto sumiera a ese país en la peor catástrofe humana y material de su historia, el pueblo haitiano sigue anclado entre escombros y vivencias de los primeros días de aquella sacudida. Hacinamiento e insalubridad trazan la pauta de vida, como el primer día.
La promesa de cooperación externa sigue en el tintero, a pesar de que ya Haití dio el paso institucional de organizar Gobierno. A dos años del terremoto, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, se ve precisado a llamar a la comunidad internacional a coordinar mejor la ayuda humanitaria y trabajar con las autoridades locales. De seguro lo inspira el notable rezago de la reconstrucción prometida y presupuestada por naciones “amigas”.
En dos años la cooperación internacional ha hecho muy poco por borrar las huellas de la tragedia humana y material, una tarea que el tiempo como tal no ha logrado realizar. El paso de dos años no ha desgastado el hacinamiento y la insalubridad del primer día después del terremoto. Cientos de miles de personas continúan en los mismos campamentos improvisados. Dos años después, Haití continúa anclado en el abandono.
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