El tiempo es un elemento continuo que el hombre ha dividido en segmentos para acomodar el orden de las ocurrencias. Cada evento del presente tiene alguna relación con el pasado y una influencia en las ocurrencias del porvenir. Desde esta óptica, es inevitable que veamos el 2012 como un año de serios retos para la nación, en muchos aspectos.
Uno de los retos es conjurar el déficit fiscal y, así, ponerle fin a la política monetaria restrictiva que el Banco Central ha estado aplicando para amortiguar sus efectos. Esa política es adversa para la actividad económica privada e influye sobre la estabilidad del tipo de cambio.
El país está obligado a disminuir el endeudamiento, que el Gobierno juzga como manejable, pero que expertos en la materia estiman en un crítico 46% del PIB. Por otra parte, hay que tomar previsiones ante la incertidumbre en el panorama financiero internacional que ya nos roza a través de signos como la baja en las remesas.
Como el 2012 es un año electoral, se teme que el Gobierno no resistirá la tentación de aumentar sus gastos para allanar el camino hacia un posible éxito a la fórmula que impulsa el partido oficialista. Contenerse ante la tentación es otro desafío del año.
La competitividad del país sigue anclada en niveles muy bajos y esto nos coloca en desventaja en el mercado internacional. Hay déficit de recursos humanos calificados para satisfacer la demanda local. La falta de inversión en educación es parte de la raíz del problema. Enfrentar este aspecto no admite más postergaciones.
También estamos compelidos a mejorar nuestros índices de desarrollo humano, disminución de la pobreza y de las desigualdades. En contradicción con el crecimiento económico sostenido, hemos involucionado en estos aspectos, en vez de avanzar.
La degradación de la seguridad pública por la ofensiva del crimen organizado y la flojera de la Justicia obliga a aplicar correctivos. Hay que hacer una reforma policial que se corresponda con la necesidad de enfrentar el crimen y que esté a la par con las mejoras que se están haciendo en el ámbito judicial. La lucha contra la corrupción debe cobrar el ímpetu necesario.
En fin, nuestra conducta pasada ha determinado los eventos del presente e influirán en el porvenir. El año 2012 parece ser un punto crítico en la ruta hacia el futuro inmediato. Hay que afrontar con seriedad sus desafíos.
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