Cada vez crece más la idea de que la economía mundial está en crisis. Y no es para menos, cuando observamos la situación por la que atraviesan países como Estados Unidos de Norteamérica y España, Grecia e Italia en Europa. Y así, encontramos en cada uno de los continentes naciones que pasan por un mal momento.
Cuando se ve que sociedades como Londres y París arden bajo protestas sociales esa percepción se reafirma más para tener una visión, al menos de preocupación, sobre el mundo de hoy y del futuro.
No hay dudas de que en un mundo global la crisis económica se contagia, pues las interconexiones y las influencias son inseparables.
En este mundo complejo en que la capacidad de creación de riqueza es mayor que en el pasado se nos han ensanchado las desigualdades, entre las naciones y en las sociedades.
Es claro que al asentarse cada vez más firme la idea de crisis a nivel mundial, siempre esté fluyendo una interrogante que busca calcular el nivel en que se verán afectadas las naciones menos ricas.
Y aunque hemos vivido bajo condiciones de insuficiencia en casi todos nuestros servicios, así como en la capacidad de creación, es mucho más comprensible que las preocupaciones resulten mayores. Quizás eso mismo hace que estemos más pendientes a esperar el golpe que a proporcionarlo.
Los chinos acostumbran a decir que la crisis no es más que una oportunidad. Es decir, piensan siempre en sacar provecho de todo cuanto ocurre.
Y obviamente es una visión positiva de la vida, en que nos convocan a no echarnos a llorar, sino a que reaccionemos para saltar hacia adelante.
Es muy oportuno prestar atención y sacar provecho de la situación. Comencemos por arreglar nuestras cosas y nos daremos cuenta del potencial.
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