Podríamos encontrar al hacer el balance de cada uno de los gobiernos que hemos tenido que todos han realizado algunas cosas importantes, aún aquellos que se consideren los peores del país. Sin embargo, ninguno de ellos ha tenido la certeza de colocarnos en una ruta sin retorno al desarrollo.
En eso todos se han quedado cortos. Casi todos han errado en lo mismo, y en lo primero que lo han hecho ha sido en no estructurar un plan que nos asegure continuidad en las políticas de Estado, al margen de quien pueda acceder al poder. Ha sido tan grave el asunto que en un mismo gobierno no existe ese sentido de continuidad, ni mucho menos se observa una línea de mantenimiento de las cosas que hemos venido logrando en el orden material, sobre todo, y así abundan las obras en mal estado y muchas abandonadas como si a nadie le importara.
Los políticos, los partidos y los gobiernos se promueven denunciando las acciones de los otros, y así no salimos del círculo vicioso. Vivimos amarrados al pasado, más no miramos hacia el futuro. No hay vocación de servicio desde los puestos públicos y parecería que todo el mundo procura estar en esos cargos para servirse de los mismos. Hay que añadir a ese propósito la falta de observancia de los procedimientos para que desde esas posiciones no se distraigan los fondos del erario, además de estar abonado por la impunidad judicial contra los actos ilícitos.
Debemos aspirar a que las cosas se hagan de manera diferente que como se han hecho en el pasado, y como aún se hacen en el presente. Es necesario un compromiso en ese sentido, y por ello es muy interesante saber qué es lo que promete cada uno de los que buscan el poder y su disposición para cambiar las cosas en el país.
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