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miércoles, 7 de diciembre de 2011

TONY RAFUL: “Aída Cartagena Portalatín era de Moca, esa hormiguita boba…”

Quién me lo diría, a mí, quién me lo diría entonces, que yo sería el Edecán de Aída Cartagena Portalatín, que yo estaría con ella cuando ella no estuviese, que yo iría detrás de su bordado poético cuando el Presidente de honor del Pabellón de la Fama de Moca, Frank Moya Pons, la exaltaría como inmortal de la literatura dominicana. Se trató de una exaltación post mortem. Aída no estaba pero fue llamada y el comité del Pabellón, le impuso el laurel, y el presidente Artagñan Pérez, orgullo de Moca y de la Patria entera, colocó la espada para dar el espaldarazo a la gloria. Fue un espectáculo deslumbrante.

Seres humanos administrando la eternidad, con el señuelo del tiempo agridulce de los sueños, con la potestad de los méritos y de la gloria de una vida consagrada a la creación literaria, a la docencia, a la investigación y al arte. Es que la conocí muy temprano en mi vida, muy tarde en la suya. Y Aída lucía imponente, venía de jornadas literarias altamente significativas, fue la única mujer de la “Poesía Sorprendida”, aquel grupo generacional inspirado en gran medida por el poeta chileno Alberto Baeza Flores en 1943, que agrupó a lo más granado del parnaso nacional. Y fue, sin dudas, la más grande mujer poeta dominicana del siglo veinte. La más grande, incluyendo el siglo diecinueve después de Salomé Ureña.
Los poetas de la “generación del 60” hicieron lecturas en su casa, y a través de “Brigadas Dominicanas”, ella impulsó publicaciones que dieron paso a la rebeldía antitrujillista, a la lucha por una democracia justa y a una visión progresista de la vida.
Aída era rebelde, mantuvo su desacuerdo con el mundo real, propugnando por una sociedad de hombres y mujeres libres. Exigente y rigurosa, no fue complaciente ni con ella misma ni con nadie. Si no percibía o descubría talento en algunos que la procuraban, entonces era ríspida y sincera. Aparentemente inamistosa, se convertía en breves instantes en un ser de poderosa energía de amor. Cuando publicó “La tierra escrita”, texto de un primor impresionante y de uso de recursos innovadores, escribí unas notas resaltando esta obra e identificando en ella, su dimensión poética y su compromiso social. Implica en esa obra recursos innovadores que imprimen a su poesía un vínculo social e histórico de raíces y fuerza telúrica. Su “Elegía sexta” es el canto más hermoso desde la profundidad del dolor y la solidaridad que se haya escrito a las hermanas Mirabal. Tan sublime es su tono rítmico, que Sonia Silvestre se posa en sus alas cadenciosas, llevando en su voz el homenaje a las tres heroínas de Salcedo y de la Patria: “Fieles a los tres esposos/ en la cárcel apresados/volvían de Puerto Plata/ Era noche de Noviembre/ allá arriba en la montaña/ Por un camino al abismo/ el Tirano de la Muerte/ seguía las tres hermanas/ Junto a dulce claro arroyo/ con olor a junco y musgo/(sombras, fantasmas, desvelos) / Sin luz en aquel silencio/ fueron inmoladas ellas/ Sin socorro, sin defensa/ cayeron las tres hermanas/ para levantarse luego/ Las hijas, ¿dónde están?, digan…/ Un clarín entre la yerba/ responde: ¡INMORTALIDAD!/ Por querer la Patria libre/ el abismo está doblando/ Escudo, bandera y pueblo/ con lágrimas y corazón/ a las hermanas levantan/ El símbolo de Justicia/ con acusador silencio/ no vacila bajo el cielo/ Dolor, cárcel y látigo/ darán un color al tiempo/ ¡Cobarde, muerte trágica!/ Cayeron las tres hermanas para levantarse luego/ ¡Oh Cristo de los milagros/ echa flores, echa flores!/ Palmas y maíz crecido/ la mujer, el hombre, el niño/ madre, esposos e hijos/ lloran por las tres hermanas/ que el Jinete de la Muerte/ lanzó en Noviembre al abismo/ En un caballo de hierro/ viajó esa noche la muerte/ El Jinete era el Tirano/ ¡Música, tambor, bandera!/ ¡No muere la libertad!/ Levantadas para siempre/ cayeron mártires: PATRIA, MINERVA , MARIA TERESA/ Que nadie olvide tu labor de chofer/ Rufino Cruz y Disla/ ¿Qué hacemos con tu muerte?/ Envolverla también con tu bandera … Gloria a ti heroico conductor/ Deja que te sofoque la alabanza/ ¡Deja que te abrigue tu bandera!”.
Sus obras, “Vísperas del sueño”, “Del sueño al mundo”, “Mi mundo el mar”, “Una mujer está sola”, “La Voz desatada”, “Yania Tierra”, “Escalera para Electra” (finalista del premio Biblioteca Breve de novela, Seix Barral España), “La tierra escrita”.
Como investigadora publicó, “El culto sincrético del Espíritu Santo en Villa Mella”, Música, cantos y danzas de los indios de La Española” entre otros. El pasado domingo en Moca, se le exaltó al pabellón de la fama. Ella no estaba físicamente pero yo era su Edecán. Ella no estuvo pero yo estaba detrás de ella llevando en mi mochila toda su poesía, diciendo presente cuando su nombre colmó la sala en Moca, porque Aída era de Moca, de Moca era esa hormiguita boba, de pie sobre su isla, compañera de la vida y del fuego de la poesía que redime, ícono verbal de la Patria que amamos y de la quimera donde funda el amor su destino de albedrío y belleza.

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