La demanda social por más atención a la educación se ha concentrado, en los últimos años, en la educación que se ofrece en el nivel básico. Se considera que este nivel es la zapata sobre la cual todos los demás niveles se deben sustentar. Cada vez más, sin embargo, las investigaciones indican que la incorporación temprana de los niños y niñas a una educación inicial que comience a los 3 años constituye una garantía para lograr que estos aprovechen mejor las oportunidades educativas que se les ofrezcan en años posteriores.
Por otro lado, también los estudios de inserción laboral de los jóvenes señalan que el nivel mínimo requerido para que estos tengan una inserción laboral que les permita superar el umbral de la pobreza es de doce años de estudios, lo que hace prioritario la atención a la educación secundaria y universitaria.
La política educativa de un país debe ser vista como un todo y el sistema educativo se debe pensar y estructurar como un sistema de apoyo a la transición que vive toda persona desde su infancia hasta su conversión en adulto capaz de asumir su papel de ciudadano y de miembro productivo de una sociedad solidaria.
La educación también le debe preparar, en lo personal, para actuar de conformidad a los valores que la sociedad desea potenciar y para que sea capaz de disfrutar la riqueza cultural que la humanidad ha ido acumulando a través de la historia. Desde esta perspectiva la política educativa debe ser una y debe tener la coherencia necesaria para que se garanticen oportunidades educativas a todos los ciudadanos a lo largo de su vida.
Es necesario que, en estos momentos que se demanda que los partidos políticos presenten sus propuestas de acción para el ámbito educativo, que las mismas sean evaluadas desde esta perspectiva amplia.
Entendemos que la educación secundaria y la universitaria no han tenido la atención que merecen en el actual debate educativo, vamos a hacer algunas reflexiones sobre las mismas.
La calidad de la educación secundaria se mide por lo que le aporta al individuo para crecer como persona y para participar como ciudadano en una sociedad solidaria, así como por su formación para incorporarse al mercado laboral y para ingresar al nivel superior y desarrollar al máximo su potencial.
Dado que 1 de cada 2 jóvenes de 14 a 17 años cursa estudios secundarios y de los que cursan este nivel apenas 1 de cada 5 lo hace en programas de formación técnico profesional, y dado que apenas un 4% de los jóvenes del 20% más pobre accede a la universidad, es evidente que este nivel le resulta poco atractivo a nuestros jóvenes. Esta realidad hace que la atención a este nivel deba ser una prioridad en la política educativa de cualquier gobierno. Este grupo de edad constituye una población de alto riesgo desde el punto de vista de las amenazas sociales que conspiran contra la cohesión social como son la delincuencia, bajo sus diferentes modalidades, y la drogadicción.
Las investigaciones también señalan que cuando la educación superior es de muy alta calidad y los estándares de ingreso a la misma son altos, los mismos se convierten en un factor fundamental para elevar el nivel de calidad de la educación media, la cual se ve presionada a elevar sus estándares para que sus egresados puedan cumplir con las exigencias del nivel superior.
Es frecuente escuchar a los universitarios lamentar la baja calidad con la que llegan a sus aulas los egresados de las escuelas secundarias. Sin embargo, la tasa de rechazo de estos estudiantes por parte de las universidades es muy baja y una gran proporción de los mismos se gradúan.
Esto indica que la formación que traen los estudiantes no les impide ingresar a la universidad, ni tampoco les impide graduarse. Si esta formación es deficiente, esto indica que los estándares de calidad de las universidades es bajo.
¿Cómo resolver este dilema? ¿Se debe elevar el nivel de calidad de la escuela secundaria para que entonces las universidades eleven su calidad? O ¿Deben las universidades elevar sus estándares de ingreso y permanencia para que las escuelas secundarias tengan la presión de elevar los de ellas para que sus egresados puedan satisfacer las exigencias de las universidades?
Definir políticas claras en relación a estos temas es fundamental para desarrollar un sistema educativo de calidad capaz de ofrecerles a nuestros niños, niñas y jóvenes la educación que necesitan para vivir en una sociedad del siglo XXI.
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