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miércoles, 11 de mayo de 2011

¿Cómo se lleva un divorcio? Y sobre todo ¿cómo hacer que lo lleven ellos, los niños?


Pese a que la crisis ha hecho caer el número de divorcios en España, lo sigue habiendo y muchos. En 2009 se produjeron dos desuniones por cada mil habitantes. ¿Cómo se lleva un divorcio? Y sobre todo ¿cómo hacer que lo lleven ellos, los niños? Una madre de dos niños de siete y nueve años cuenta en primera persona cómo afronta la separación:

Como madre, la idea más importante, el mantra de este nuevo periodo ha sido: los hijos no se divorcian. No hay que mezclar los hijos en los problemas de la pareja. Ni estando casados ni, menos aún, separados. Los que se divorcian –o se separan, en mi caso- son los padres. Y con la mayor cordialidad posible –si es posible, valga la redundancia-, porque cualquier conflicto aireado delante de los niños, les acaba salpicando. Aunque no queramos, lo harán suyo e, inevitablemente, se culpabilizarán. La pareja se puede romper, pero lo que hay que transmitirles a los hijos es que la familia se ha transformado en otra cosa, pero su papá y su mamá seguirán siendo los mismos. Forever. A la pérdida de la estabilidad familiar no se puede sumar la pérdida de un padre o una madre. Para los niños es tan marcado el miedo a la pérdida que lo equiparan a la muerte. A la idea de que papá y mamá corren peligro de morirse".


Así fue como lo vivió mi hija. Nos habíamos separado, su padre y yo, y ella tuvo en los primeros meses unos tremendos ataques de angustia por la noche. No quería dormirse, le daba miedo. Y no es que tuviera pesadillas: simplemente, al final del día acusaba la separación y le asaltaba ese miedo primigenio: el miedo a la pérdida, el miedo al abandono. Pero, con sólo 7 añitos no era capaz de expresarlo con palabras. Así que después de pedirle que me hiciera unos dibujos sobre lo que sentía, en ese par de dibujos me lo dejó muy claro. El más explícito la mostraban a ella en medio (con semblante triste) y a papá en una punta y a mí en la otra, cada uno con una casa diferente. Por si tenía dudas, el dibujo me hizo comprender cuánto estaba sufriendo.
Lo hablé con una amiga, que no es psicóloga, pero es muy sabia, y me recomendó un ritual terapéutico que se practica en casos de niños profundamente traumatizados por la pérdida de sus seres queridos (en aquel momento, eran los niños de Haití). Y lo reproduje a mi manera, en ese ratito que paso con cada uno de mis hijos (por separado), antes de irse a dormir. Así le pregunté a mi hija si ella tenía preocupaciones y me dijo que sí, que dos. Le recomendé que no me las contara. Después le hice imaginarse que estaba en un campo maravilloso, lleno de luz, verde y resplandeciente. “En medio del campo, proseguí, hay un árbol. El árbol de las preocupaciones. Tú ahora colgarás en sus ramas tus preocupaciones. Cuelga la primera”, le pedí. Ella cerró los ojos y me dijo que lo acaba de hacer. Repetimos la operación con la segunda. Entonces le dije que soplaría un viento muy fuerte que se llevaría sus preocupaciones. Y soplé y soplé.  Y le dije, ya está, tus preocupaciones se las ha llevado el viento. Pero mi hija me dijo que no y rompió a llorar como pocas veces la he visto. Un llanto que me rompió el corazón. La abracé con fuerza y, entre pucheros, me dijo que una de esas preocupaciones no se la podía llevar el viento: y era que papá y mamá se iban a morir.  La abracé y nos quedamos así unos minutos, las dos emocionadas.
Haciendo de tripas corazón, le di la vuelta a la situación con humor. El humor siempre nos salva. Le dije que por supuesto que me iba a morir, pero que tardaría muchos-muchos años. Que pensaba llegar a los 90 o 100. Y que además me iba a convertir en una vieja pesada y que la iba a perseguir pidiéndole que no me dejara nunca, a pesar de que ella, cuando fuera adolescente –o sea, pronto-, me hubiera dado una patada en el culo para que no me metiera en sus cosas. Cuando fuera adolescente y a medida que pasaran los años, sería ella la que se alejaría de mí. Pero sólo en el fondo, porque dentro de cada una de nosotrasseguiríamos unidas con un hilo invisible. Incluso si sucedía que me moría antes de los 90, seguiríamos unidas con ese hilo invisible, aunque no estuviéramos juntas. El hilo invisible del amor. También en los días que ella tenía que ir a casa de papá. No estábamos juntas, pero nuestro hilo invisible nos mantenía unidas. Mi hija lo entendió y a partir de esa noche pudo dormir sin angustias.
Una separación puede tener muchos grados en la escala Richter. Puede acabar con los cimientos de una casa o puede ser una crisis en el sentido que los chinos entienden la palabra crisis: peligro + oportunidad. Es un momento de incertidumbre porque se sale de una vida familiar convencional (en muchos casos desastrosa) para ir a un nuevo esquema familiar, que debe construirse entre todos. Pero para construir y reconstruirse hay que mirar el futuro, quedándose con lo mejor del pasado (esto es fácil decirlo, pero difícil de realizar).
Yo tengo un truco: no dejo que el rencor o el resentimiento (ambos muy tóxicos) entren en la ecuación. Cuando una relación no funciona (y hablo, desde la perspectiva de que no haya terceras personas) es porque las dinámicas de relación de pareja no han funcionado. No se puede decir que sea al 50 %, ni siquiera hay que buscar porcentajes. Cada uno debe buscar dentro de sí qué ha podido hacer mal para que la cosa no funcionara por su parte,  pero para que eso sirva de lección para el futuro, para construir algo nuevo o para reconstruir (otra posibilidad) lo que se tenía, pero mejor.
La autocrítica (no la culpabilización, cosas diferentes) siempre es positiva, aunque sea el otro el “malo”. No me gustan los términos “el bueno”, “el malo”, además de maniqueo (la vida se pinta con infinidad de grises, o de colores, y está llena de matices), es una idea que puede calar hondo –aunque se diga involuntariamente- a tus hij@s. Si haces sentir a tu hij@ que su padre/madre es un cabrón, eso le generará una gran inseguridad emocional, una tremenda frustración, una herida que le marcará de por vida. Si lo es, ya lo descubrirá por sí mismo, pero no se lo hagas sentir, tú dale toda la seguridad y el amor que puedas, pero desde el positivismo.
Ahora bien, aunque una separación se intente llevar (se intenta, pero hay momentos para todo) de la manera más civilizada posible, con custodias compartidas (cosa que recomiendo encarecidamente),a los hijos hay que acompañarlos en este momento extraño para ellos. Que el hilo invisible del amor una en todo momento. Una vida se trenza con múltiples hilos invisibles: el tuyo debe ser el primordial, en especial en el difícil tránsito de la separación".
A continuación, la psicóloga Regina Bayo-Borràs, co-autora de dos libros sobre padres separados, contestas algunas de las preguntas:
1.- ¿Cómo se explica a un niño que sus padres se separan?
Los hijos de padres que están en proceso de separación, se dan cuenta/perciben que no se entienden entre sí. Por lo tanto, es beneficioso explicarles que si los padres dejan de vivir juntos es para evitar las desavenencias. Pero que dejar de convivir no significa que vayan a llevarse mal con ellos, ni los vayan a abandonar.... ni que su vida cotidiana (colegio, actividades extraescolares, etc.) vayan a cambiar totalmente.  Es importante que los hijos estén informados de que "a partir de ahora tendrán una habitación en casa de papá o de mamá.... o vendrá a buscarles al cole papá o mamá, etc." informarles de los cambios con suficiente antelación para que puedan ir asimilando la nueva situación familiar. También es conveniente mantenerlos apartados de las disputas, explicarles que es un asunto privado de papá y mamá, que a ellos no les afecta en lo fundamental, aunque habrán algunos cambios. Que quienes no quieren seguir viviendo juntos son papá y mamá, pero que cada uno de ellos (los padres) quiere seguir viviendo con sus hijos, por eso han de hacer cambios de domicilio. En definitiva, "los hijos no se divorcian", son los padres que "ahora  ya  no son novios, o ya no quieren dormir juntos,  aunque siguen siendo padres y les gusta seguir siendo padres. A veces es necesario asesorarse con psicólogo especialista en asuntos familiares para ver cómo se plantea la decisión del divorcio, quién la plantea (si juntos o por separado), y qué información se da de lo que está sucediendo.... hay situaciones muy complejas, como cuando hay malos tratos, o hijos de otros matrimonios anteriores, hijos adoptados, o relación muy tensa entre los cónyuges. No hay que crear un clima de secreto o de misterio en torno a la separación, porque puede angustiar todavía más a los niños. El cómo se explica depende de la edad de los niños, de la relación que se tenga con ellos, pero de la manera más natural posible, y cuando la ruptura esté totalmente decidida. Es importante que ambos padres se pongan de acuerdo en el mensaje que van a transmitir, aunque tampoco es necesario explicar todos los detalles de los motivos de la separación. En todo caso, hay que plantearles que se ha valorado tanto lo positivo como lo negativo, y que se ha optado por la mejor opción para estar más tranquilos. Hay que evitar, sobre todo, que los hijos sientan que han de tomar partido, o que han de ser árbitros de la situación.
2.- ¿Qué es lo más importante en los primeros días?
En los primeros días lo más importante es que todo (o casi todo) siga igual: las mismas rutinas, los mismos itinerarios, las mismas relaciones familiares (abuelos, primos, vecinos), y que los niños se sientan libres de expresar sus emociones sin censura: estar tristes o rebeldes, como manifestación emocional a una situación que no desean. Hay que evitar culpabilizar al otro cónyuge, o utilizar al niño como transmisor de mensajes. Es importante estar alerta de si aparecen síntomas en los hijos: inapetencia alimentaria, dificultad en conciliar el sueño, tics, enuresis, tartamudez, fobias intensas. Si son síntomas pasajeros, entonces no es necesario consultar, pero si perduran (más de 6 meses, por ejemplo) entonces es preciso hacer consulta con carácter preventivo.
3.- ¿Hay que contarles a todos los hermanos lo mismo?
Efectivamente, de forma parecida, con palabras diferentes porque tendrán edades diferentes... Y nunca separar a los hermanos, porque en estos momentos se necesitan más que nunca.
4.- ¿Es mejor mantenerlos al margen o irles explicando lo que pasa?
Hay que ir explicándoles principalmente lo que les concierne a ellos, no lo que están negociando los padres... ni cómo ven al otro cónyuge, ni volcarles sus pesares ni su  estado de ánimo. Tampoco hay que disimular, es decir, hay que intentar llevar el proceso con la mayor contención emocional posible, y si no es posible, buscar ayuda y asesoramiento con un profesional especializado.

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