El presidente Leonel Fernández ha declinado ir a una segunda repostulación para un tercer período consecutivo. Lo ha hecho, tal como ha confesado, por un asunto de convicción y no porque la Carta Magna le tuviera cerrados todos los caminos para procurar ser de nuevo candidato presidencial de su Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Así su decisión tiene un valor, incluso, mucho más trascendental, puesto que encierra un desprendimiento y un compromiso con la democracia y la historia del país. Y, ciertamente, nadie con sensatez le negaría al presidente Fernández su firme vocación democrática en su comportamiento en el ejercicio del poder durante los tres períodos en que ha gobernado el país. Su conducta y sus acciones han sido orientadas al fortalecimiento institucional y a la promoción de una nueva cultura basada en la civilidad política.
No siempre se renuncia al poder cuando se tiene, y mucho menos cuando, como el presidente Fernández, tiene todo el potencial para retenerlo por la vía del electorado como lo ha logrado las tres veces en que se ha postulado para la Presidencia de la República. En consecuencia, es justo reconocerle al mandatario su desprendimiento y su apego a las reglas de la democracia.
Su decisión despeja la incertidumbre en el panorama político nacional, dentro y fuera del PLD. Ahora estaremos frente a un nuevo escenario que deberá irse construyendo con la recomposición que pudiera esta decisión implicar en el electorado nacional, y por las características de quienes resulten finalmente los candidatos que se enfrentarán en las próximas elecciones del 20 de mayo del 2012, en que escogeremos a un nuevo mandatario, bien sea hombre o mujer.
Ahora sólo es tiempo de gobernar.
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