Cuando se creía que el Partido Revolucionario (PRD) retomaría el camino de la unidad por vía del diálogo concertado, la facción en control de la dirección de esa organización expulsó sumariamente a Enmanuel Esquea Guerrero, quien fuera presidente de la Comisión Organizadora de la Convención Nacional, lo que retrotrae a esa organización al epicentro de una crisis que lo coloca en riesgo de división.
Esa cuestionable y unilateral decisión tiraría por la borda el esfuerzo de mediación que desde fuera del PRD se encamina para lograr formas de avenimiento entre el agrónomo Hipólito Mejía, ganador de las elecciones internas, y el ingeniero Miguel Vargas Maldonado, quien alega que en ese proceso electoral sufragó gente de otros partidos.
Tan avanzados estaban los aprestos conciliadores que tanto Vargas Maldonado como Mejía designaron comisiones para iniciar cuanto antes negociaciones directas para resolver el impasse post electoral, una gestión que ahora queda trunca con la insólita expulsión del doctor Esquea Guerrero por parte del Consejo Nacional de Disciplina del PRD.
La situación al interior del partido blanco se torna ahora más difícil y compleja por el justificado temor de que el grupo hegemónico en la Comisión Política perredeísta también decretaría la expulsión de otros miembros de la Comisión Organizadora de la Convención, entre los que figurarían los doctores Milagros Ortiz Bosch y Hugo Tolentino Dipp.
La dirección del PRD -o una parte de sus integrantes- no parece darse cuenta de que acciones delirantes, estridentes y temerarias conducen a ese partido a un escenario de fraccionamiento, división o dispersión que anularía cualquier posibilidad de alcanzar el poder o siquiera de servir de contrapeso político y jurídico.
Con la pretendida expulsión del doctor Esquea, el ingeniero Vargas Maldonado y sus seguidores envían una señal difusa o confusa al conglomerado perredeísta y a la sociedad en general sobre una proclamada vocación unitaria que los hechos parecen desmentir categóricamente.
Una agravada crisis al interior del PRD constituye noticia desalentadora para una sociedad agobiada hoy por una suerte de incertidumbre institucional que pone en aprieto a la endeble democracia política.
Es por eso que se insta a tan preclaro líder político y a su entorno partidario a retomar el sendero de la sensatez y la prudencia, que sólo se consigue al otorgar la mayor jerarquía y prioridad al diálogo político, bajo el criterio de que la cabeza rige al corazón y la razón a la pasión.
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