El presidente de la Comisión Organizadora de la Convención Nacional del Partido Revolucionario (PRD), ha advertido que anularía las elecciones del domingo que elegiría el candidato presidencial de esa organización, en caso de que los aspirantes no firmen antes un pacto de respeto a los resultados de ese certamen.
Por la drástica amenaza del doctor Enmanuel Esquea Guerrero y por la tirantez que exhiben los precandidatos Miguel Vargas y Hipólito Mejía, puede colegirse que el PRD está a punto de tropezar con la misma piedra.
El PRD convocó a comicios internos en base a un padrón electoral “semi abierto”, del que se excluyeron unos 600 mil militantes o simpatizantes del Partido de la Liberación (PLD), pero la tendencia del expresidente Mejía alega que la mayoría de los excluidos simpatizan con esa candidatura.
Esa parece ser la causa que impide que el ingeniero Vargas y el agrónomo Mejía endosen el prometido acuerdo de respeto mutuo y adhesión a los resultados de la Convención.
Las posiciones extremas o irracionales de los precandidatos perredeístas desentonan con la necesidad de que los partidos consoliden su democracia interna para que puedan cumplir cabalmente el papel de sustento del sistema político.
Con razón, el doctor Esquea Guerrero señala que no aceptaría convertirse en sepulturero del PRD, con la celebración de unas elecciones internas sin garantía de que sus resultados sean aceptados por los contendientes.
La dirigencia perredeísta muestra de nuevo signo de masoquismo político, vieja enfermedad que en el pasado ha colocado a esa organización al borde del despeñadero.
Los aspirantes a la candidatura presidencial del PRD no ignoran lo que ocurriría si persisten los desacuerdos, pero es menester señalar que ninguno tiene derecho de abortar con irracionalidades la convención del domingo, ni poner en peligro la propia integridad de esa organización.
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