En menos de dos años el Lago Enriquillo ha anegado 146 mil tareas cultivables y aislado numerosas comunidades de la región Suroeste, un extraño fenómeno que requiere de la urgente intervención de las autoridades porque ya ese desbordamiento cubre tramos de la carretera de Jimaní y el entorno de centenares de viviendas.
El lago, con extensión de 265 kilómetros cuadrados y a 40 metros por debajo del nivel del mar, mantiene una constante crecida que ha concitado la atención de instituciones nacionales y extranjeras, entre las que figuran UASD, Ministerio de Medio Ambiente, Instituto de Recursos Hidráulicos y hasta la Agencia Internacional de Energía Atómica.
Ese fenómeno que representa un apasionante motivo de estudio para ecologistas y hidrólogos, constituye un drama para más de dos mil 500 familias asentadas sobre la zona de influencia del lago, en una franja que abarca territorios de las provincias Pedernales, Independencia y Baoruco.
En papeles han quedado las promesas oficiales de asentar en tierras del Instituto Agrario Dominicano (IAD) a productores y ganaderos cuyas tierras han sido anegadas por las crecidas del Lago Enriquillo, lo que mantiene a esas familias a punto de repetir una tragedia similar a la que significó el desbordamiento del río Blanco el 24 de mayo de 2004, en Jimaní, con saldo de más de un centenar de muertos.
La extensión de terrenos cultivables o de uso ganadero afectada por ese lago, el más extenso de las Antillas, es superior a a las tierras anegadas por las tormentas Olga y Noel que asolaron la zona en 2007, lo que ofrece una idea de la magnitud del drama.
Se entiende que no hay fuerza humana que pueda retornar las aguas del lago a su cuenca milenaria, pero es preciso que el Gobierno asista en lo inmediato a las familias afectadas y que acopie recursos necesarios para que instituciones nacionales como Medio Ambiente y Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) estudien y determinen las causas de ese fenómeno.
Más que un excepcional suceso de carácter natural o científico, el desbordamiento del Lago Enriquillo representa un drama humano porque miles de familias han perdido sus predios y viviendas o malviven con el peligro de morir ahogados ante cualquier resabio de sus salobres aguas.
Lo que se reclama es que el Gobierno acuda de inmediato en auxilio de la región Suroeste, cuya población está hoy sumida en mayores penurias por causa del extraño y continuo desbordamiento del imponente Lago Enriquillo.
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