Nadie en su sano juicio puede aceptar como verdad incontrovertible que el presidente Leonel Fernández sea el jefe de Estado con menor valoración de Centroamérica y República Dominicana, según resultados de una encuesta regional aplicada por la empresa CID Gallup, que cita como elementos negativos de su gobierno la pobreza, crimen y corrupción.
Los factores que esa encuestadora señala como motivo de la drástica disminución que atribuye a la figura presidencial en la estima pública, son los mismos que afectan en mayor o menor medida a Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Panamá y Costa Rica, que además padecen rigores de severa crisis económica y altos niveles de marginalidad social.
Puede admitirse que la valoración del presidente Fernández se ha reducido a causa de los males citados y de otras adversidades, pero no resulta creíble que esa caída llegue hasta el nicho reservado al mandatario más impopular de la región.
Llama la atención el juicio de valor que emite la CID Gallup al apuntar que el resultado de su cuestionada encuesta “le nubla el panorama ya adverso para una eventual posibilidad de reelección o continuidad del partido oficial”, con lo cual esa empresa emite una premonición que no debería formar parte de su portafolio ético.
Es difícil asentir que la valoración ciudadana hacia el presidente Fernández sea menor que la atribuida por esa empresa a mandatarios de países con mayores niveles de convulsión social, política y económica que República Dominicana, como Nicaragua y Guatemala o que esa apreciación sea tan distante de la atribuida al mandatario panameño, al que se señala que su popularidad radica en que construye un metro y amplía el canal interoceánico.
Es de justicia decir que el doctor Fernández figura entre los estadistas de mayor prestigio y valoración en América Latina y ha sido definido como referente democrático en Europa, Asia y Medio Oriente, por lo que los resultados de esa encuesta son altamente sospechosos.
Se insiste en señalar que el Presidente no debe estar en su mejor momento a nivel de valoración ciudadana, pero se agrede a la inteligencia si por alguna razón oculta se pretende colocarlo por debajo de jefes de Estados cuyas administraciones confrontan serios problemas de gobernabilidad o que son aguijoneados por altos índices de corrupción, narcotráfico y pobreza.
La imagen del presidente Fernández seguramente no estaría tan elevada como proclaman sus partidarios ni tan disminuida como enfatizan los extraños resultados de esa encuesta, cuyos promotores se conceden licencia para emitir juicios y ofrecer vaticinios electorales, en franca colisión con elementales normas de prudencia y ética.
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