Podemos decir que de nuevo estamos metidos en una campaña electoral y nos encontramos que los principales temas nacionales aún siguen pendientes de ser colocados en la agenda de nuestras prioridades.
Algunos dirán que avanzamos en algunos aspectos, y de entrada podríamos admitir que sí para no distraer el propósito de este comentario. Y mucho menos para evitar encontrar a otros asumiendo que el partido de su simpatía sí va a resolver esos problemas. Pero lo cierto es que aquí no hay nadie salvado de responsabilidad en la falta que hemos tenido para encontrar el camino adecuado para conducir el país.
La corrupción sigue siendo un serio problema que sustrae una gran cantidad de recursos, que si no es fácil cuantificarla sí son muy evidentes los cambios que se producen en las pertenencias y riquezas que muestran muchas personas que pasan por las instituciones del Estado. Algunos lleguen al extremo de ser excesivos, sin que nada les pase, aunque nos enrostren su bonanza ante nuestras narices.
La educación sigue esperando una mayor atención e inversión pública. Y, sobre todo, una decisión para su transformación como el factor más revolucionario en la vida social, política y económica del país. Dotar a la gente de formación es el mejor aporte que podemos hacer para su bienestar.
La salud no es un ejemplo, ni lo es el sistema energético. Tampoco lo es el sector agrícola. Y ni hablar de la justicia y la seguridad ciudadana. Podemos decir lo mismo del transporte público, especialmente en las zonas urbanas. No hemos podido aprender a vivir con apego a las leyes, pues se ha impuesto un criterio flexible de las mismas.
Hay una agenda nacional que ojalá encuentre cabida en esta nueva campaña electoral.
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