La acentuada sublevación del ingeniero Miguel Vargas Maldonado ante los resultados de las elecciones internas del Partido Revolucionario (PRD) ha puesto a esa organización en riesgo de sufrir un fraccionamiento que sería de gran perjuicio para la todavía débil democracia política.
Vargas Maldonado, quien no reconoce la elección del ingeniero agrónomo Hipólito Mejía como candidato presidencial del PRD para el 2012, ha puesto en manos de sus seguidores decidir sobre anular la convención perredeísta, proclamarlo a él como postulante, reconocer el triunfo de su adversario o marginarse del proceso electoral.
Seguidores de Vargas Maldonado, también presidente del partido blanco, rechazaron aceptar la derrota, entablar negociación con Mejía o aislarse del activismo interno, por lo que se colige que el camino disponible conduce a promover una virtual división del PRD.
Con tales pronunciamientos y con la irracional medida de reemplazar al presidente de la Comisión Organizadora de la Convención del PRD, el ingeniero Vargas Maldonado parece jugar a la ruleta rusa y exponer a la bancarrota política todo su bien ganado espacio al interior de ese partido y en la colectividad nacional.
No se registran antecedentes en la accidentada historia nacional, de que se promueva un cisma partidario, bajo el alegato difícil de comprobar de que un aspirante ganó la candidatura presidencial con votos aportados por otro partido.
Pretender retrotraer al PRD a tiempos de cruentas divisiones o fraccionamiento sería como navegar contra la corriente, máxime si no se ofrecen evidencias de fraude, impedimento del sufragio o contabilidad aviesa de votos emitidos.
Desconocer de un plumazo los resultados de una votación definida como ejemplar o proclamar por decreto una candidatura divergente serían errores garrafales, condenados al fracaso y a la condena colectiva, por lo que alguien debería aconsejar al ingeniero Vargas Maldonado para que no produzca ese salto al vacío y mantenga su queja y discurso en los planos de la legalidad, racionalidad y unidad. El de la ruleta rusa es juego peligroso.
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