El ex presidente de México, Vicente Fox, ha aprovechado su visita a República Dominicana para acusar al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, de estar asociado a cárteles del narcotráfico, imperdonable acto de imprudencia e indelicadeza de alguien que no merece la condición de visitante distinguido.
Durante una conferencia de prensa en Santiago, el ex mandatario azteca (2000-2006) no reparó en que visita casa ajena, para verter expresiones infamantes y afrentosas contra el jefe de Estado de una nación, al igual que México, de gran tradición de hermandad con los dominicanos.
Sin ofrecer ninguna prueba o evidencia, el señor Fox incurrió en la temeridad y descortesía de afirmar que Chávez está ligado a grupos de narcotraficantes y que gran parte de la droga que se decomisa en México procede de Venezuela.
Hay que tener el rostro de concreto para intentar culpar de manera indirecta al mandatario venezolano por la violencia que los cárteles han impuesto en México, donde más de 20 mil personas han sido asesinadas por sicarios en los últimos años.
El señor Fox propone legalizar el comercio de cocaína, heroína y marihuana, dizque para desalentar el narcotráfico, sin poder entender que más de 15 millones de estadounidenses son adictos o consumidores frecuentes de esas drogas, lo que garantiza un mercado próspero a costilla de la salud de la juventud.
Ese desaprensivo visitante no parece la persona más adecuada para ofrecer clase de democracia aquí ni en ninguna parte, pues su gestión en Los Pinos todavía se cuestiona por violentar normas elementales de gobernanza.
Se recuerdan las denuncias de la oposición a Fox sobre uso desenfrenado de fondos públicos en favor de la candidatura presidencial de su Partido Acción Nacional, al elevar en un 137 por ciento los gastos en propaganda oficial a favor del candidato oficialista, Rafael Calderón.
La temeraria acusación del señor Fox al presidente Chávez, ha debido formularla en su país, México o en California, donde llegó a confesar que activó en favor de la legalización de la marihuana.
Por último, es de provecho recordar que al presidente Fox no se le permitió pronunciar en el Senado mexicano su discurso de despedida, que tuvo que entregar en el vestíbulo de ese hemiciclo.
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