El balance entre lo positivo y lo negativo no se pinta ganancioso para una familia que ha vivido el año acosada por la inseguridad y la delincuencia, la ofensiva de un narcotráfico que contamina instituciones, que ha tenido que continuar costeando la mayor parte del gasto en educación y que no ve nada promisorio en un ejercicio político que ha afianzado su vocación clientelista, como quedó demostrado en las elecciones de mayo.
En víspera de Nochebuena se ha informado que la economía creció tanto por ciento y que la inflación se ancló en equis proporción. Hay que anotar que buena parte de ese crecimiento tiene signo de deuda externa.
La paradoja es que durante el mismo período, la familia ha parecido más víctima que beneficiaria de esos indicadores que el oficialismo exhibe con orgullo. El poder adquisitivo del salario decreció y el impacto de la bonanza económica no se ha dejado sentir en términos de calidad de vida, de desarrollo humano.
A estas fechas hemos llegado con un vigoroso movimiento que reclama más inversión en educación. Ello es muestra de que el país sigue alimentando un déficit en el impulso del progreso, del crecimiento humano.
La inversión en el monto necesario para fomentar la sociedad del conocimiento se regatea con subterfugios que se desmoronan ante un desbordado gasto público y un caprichoso orden en las prioridades de inversión.
Ha sido un año en el que han quedado lamentablemente consolidados los altos índices de mortalidad materna e infantil. Un año en que dengue, leptospirosis, malaria y ahora cólera han puesto de manifiesto la fragilidad de los sistemas sanitarios de prevención. Estos y otros factores han justificado durante el año nuestras bajas calificaciones en términos de cumplimiento de los Objetivos del Milenio y, peor aún, de las metas que todo Estado debe impulsar para bienestar de sus súbditos.
La época del reencuentro familiar ha llegado bajo la influencia de los factores señalados y la incertidumbre que tiene su raíz en los pocos signos de cambio a corto y mediano plazos.
La inseguridad, por ejemplo, empeora con el paso del tiempo y muy a pesar de Barrio Seguro y otros programas que han pretendido frenar una delincuencia cada vez más sanguinaria y audaz. El balance hasta hoy, día de Nochebuena, deja mucho que desear a un pueblo que merece algo mejor.
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