Era la luna de miel perfecta tras una boda de ensueño para una pareja de jóvenes profesionales —ella, de 28 años, en Ericsson; él, de 30, en Deloitte— con abundante dinero. Pero la novia acabó en la cuneta de un suburbio de Ciudad del Cabo, asesinada por una banda de criminales sudafricanos, y ahora su esposo es acusado de haber urdido secuestro, robo y crimen. A la boda, con festejos de tres días en Mumbai, acudieron 300 personas; 1.700 lo hicieron al funeral de Anni Dewani en Londres el mes pasado.
¿Ordenó Shrien Dewani matar a quien solo hacía unos días era su esposa? ¿Por qué había de hacerlo este adinero británico de origen indio —como su esposa— y con residencia familiar en Bristol, a quien la familia de Anni, residente en Escolmo, consideraba «enormemente encantador, un chico agradable, chistoso y muy cariñoso y protector con ella? Anni no tenía seguro de vida y ni siquiera habíamos hecho testamento. No había ningún motivo financiero o de otro tipo. La amaba y «aún la amo», ha dicho el acusado, contra quien se sigue en Londres un proceso de extradición solicitado por las autoridades sudafricanas.
En Ciudad del Cabo ha sido condenada la banda criminal. Los hechos probados son que Dewani contrató al taxista Zola Tongo, que les había recogido en el aeropuerto y llevado al hotel de cinco estrellas Cape Grace, para que otro día, el 13 de noviembre, les llevara en el coche a conocer la vida nocturna del peligroso suburbio de Guguletu. Allí dos hombres armados pararon el coche, forzaron a Tongo a salir y secuestraron a la pareja. Tras robarles dinero y joyas por valor de 8.000 libras, echaron a Dewani. Su mujer apareció al día siguiente con un tiro en el cuello.
En el juicio contra la banda, el taxista ha acusado al empresario británico de haber pagado mil libras para ejecutar el plan. Esa es la cantidad que Dewani retiró de cajeros automáticos durante su estancia en el país y cámaras de seguridad le muestran entregando dinero a Togo después de que Anni fuera hallada muerta. «Me pagó por mi labor de orquestar la muerte, robo y secuestro de la fallecida», ha revelado quien habría sido solo un intermediario. También ha asegurado que su cliente le confesó que ya una vez anterior había pagado para deshacerse de una persona en Sudáfrica.
Las circunstancias del crimen son sospechosas, desde el paseo por un suburbio al hecho de que el empresario no resultara herido ni su esposa violada. Pero los abogados de Dewani niegan que previamente hubiera estado en Sudáfrica para realizar una operación semejante y acusan al taxista de inventar la declaración para lograr la rebaja de siete años sobre una sentencia de 25 dictada por el juez.
Las cosas no deben de estar tan claras cuando el juez que en Londres examina su extradición considera que «existen pruebas evidentes» para entregar a Dewani a Sudáfrica, pero también «contundentes informes que abonan la posibilidad real de que sea absuelto».
Shrien Dewani y Anni Hindocha se conocieron hace 16 meses en Luton, cerca de Londres, donde ella viajaba desde Estocolmo para visitar a amigos y familiares. El padre de Anni emigró a Suecia en 1972 cuando Idi Amin expulsó a los indios de Uganda. La familia prosperó gracias a la creación de una empresa de componentes eléctricos. Anni se graduó como ingeniero y entró a trabajar en Ericsson. Cuando conoció a Schrien, pidió un traslado a Londres.
Schrien compaginaba su actividad como contable de Deloitte con la gestión de la cartera inmobiliaria de su familia. Un edificio suyo de cuatro plantas en Londres iba a ser el nido de amor de los recién casados. No llegaron a estrenarlo.
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