Esta vez los electores acudirán a las urnas bajo el influjo del largo proceso agotado por los principales partidos para escoger sus candidatos y suscribir las alianzas, sin que se descubran liderazgos nuevos que sugieran modificaciones importantes en sus preferencias.
Probablemente, la ciudadanía de nuevo votará predominantemente por los partidos y sus líderes nacionales, con escasos matices diferenciadores en algunas provincias, donde algunas personas han podido establecer verdaderos liderazgos locales.
En consecuencia, el país estará asistiendo a la tradicional pelea de los partidos y los liderazgos nacionales, con escasas posibilidades de que el liderazgo local sea el factor predominante, pese a muchas candidaturas que fueron el producto de la arbitrariedad y el autoritarismo de las cúpulas partidarias.
En esa perspectiva, en las estrategias de campaña predominarán los discursos de los liderazgos nacionales, los debates macro sobre economía y seguridad, en desmedro de las propuestas municipales, sectoriales y congresuales, que deberían ser el factor fundamental para los electores.
No habría que dudar que se reediten las discusiones sobre las gestiones gubernamentales pasadas como herramientas clave de soporte de los discursos para la captación del voto. La invocación del pasado, por remoto que sea, lo mismo que las descalificaciones por desempeño en el poder, serán partes de un juego en el que serán decididos los poderes en los municipios y el Congreso, con todas sus implicaciones.
El gobierno y sus aliados han fijado metas extraordinarias. Ampliar su participación en el Congreso más allá de 25 senadurías para asegurarse una gobernabilidad conveniente a sus planes en el más amplio sentido de la palabra.
El poder se ha afirmado en las fuerzas de su partido y una política de aliados que no disminuyó y se empeñó en ganar más adeptos provenientes de su principal competidor.
La oposición, que apenas la semana pasada sorprendió al país con los coletazos de las diferencias internas, al extremo de que su líder denunció a saboteadores que incluso “montaron oficinas” para obstruir a sus propios compañeros, se siente en la necesidad, no sólo de ampliar su representación en los municipios y en el Congreso, sino proyectarla como un triunfo de la cúpula en medio de un cuestionamiento de sus contrarios al acecho para enrostrarles las fallas de gestión con vistas a una nueva competencia interna por la herencia de la candidatura presidencial para 2012.
Sin motivos para entusiasmar a sus parciales, sin verdaderas tendencias y figuras que conciten las emociones de la política y con una misión opositora imperceptible, la cúpula blanca tendrá que empeñarse a fondo para alcanzar sus metas.
Mientras los partidos construyen sus escenarios y los militantes empiezan a movilizarse en torno a sus líderes y aspirantes a cargos electivos, la “masa silente” que ya no lo es tanto como la veía Joaquín Balaguer, observa. Quizás más que nunca, esta vez será la llave –si se mueve a votar- para definir los tonos y colores de los municipios y el Congreso de la República Dominicana para los próximos seis años.
Osvaldo Santana - Hoyesnoticia.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario